viernes, 11 de marzo de 2011

CRONICA CULTURAL



Por Luis Alberto Mansilla

Casi todo ya está dicho sobre los 65 años del Partido Comunista de Chile. Está claro que en realidad son 75 porque no se pueden olvidar los 10 años del Partido Obrero Socialista, fué dado por Recábarren en Iquique en 1912 que cambió de nombre y de estructura orgánica en el segundo congreso de Rancagua en 1922. Lo qua talvez no haya sido tan subrayado en este aniversario es la importancia que tiene el Partido Comunista de Chile en la historia cultural del país. Cualquier referencia honesta a la cultura nacional no puede omitir la influencia, el impulso, las realizaciones, los nombres, las obras que de uno u otro mo­do tienen que ver con un partido profundamente enraízado en la historia del país, en su desarrollo, en su realidad, en susesencias espirituales e ideológicas.

El fundador del Partido, Luis Emilio Recabarren, era un poco poeta, un poco autor teatral, un poco director de coros y bastante un periodista que conocía hasta los últimos resquicios de ese oficio. Siempre se dio cuenta que no bastaba la fundación, de una organización política revolucionaria, de los obreros sino que además, había que educar y formar la conciencia de sus militantes. No era posible entonces hacer academia ni dictar complejas conferencias sobre los clásicos del socialismo científico. Los mejores vehículos eran el teatro y las canciones. El teatro obrero, impulsado por Recabarren, adquirió un desarrollo que ahora nos parece casi increíble. Los actores, los autores, los decorados se improvisaban sobre la marcha. Era un teatro que debía emocionar e impulsar a la acción. Sus escenarios es­taban en los sindicatos y locales sociales o simplemente al ai­re libre de una plaza o de la pampa. Fue todo un movimiento que hizo escuela, que produjo autores notables como Acevedo Hernández y hasta el propio Recabarren contribuyó con obras que eran celebradas y exigidas por un sencillo auditorio de multitudes. Los múltiples periódicos proletarios de Recabarren jamás se olvidaban de la poesía o de recomendar las buenas expansio­nes del teatro o de la música.

Hasta entonces los intelectuales de izquierda eran anarquistas o de un lírico redentorismo. Los comunistas impusieron la idea de la lucha organizada como una fuerza de clase. La clase obrera fue protagonista de hechos capitales en la histo­ria del país e hizo sentir su influencia a pesar de las repre­siones y de los feroces enemigos que le salieron al camino. Era natural que en torno a tal proceso surgieran también creadores artísticos que adherían a él, que lo asimilaban a sus obras y que en algunos casos adoptaban resueltamente la militancia en el PC.

Talvez el más ilustrativo de tales adherentes en la primera época sea el novelista Carlos Sepúlveda Leyton, ahora in­justamente olvidado. Escribió novelas proletarias de gran colorido y contenido revolucionario como "Hijuna", "La Fábrica", "Camarada". Fué un antecesor de Nicomedes Guzmán y de la generación del 38 donde el núcleo de "la cuestión social" eran el Frente Popular y la resuelta batalla contra el fascismo.

Los mejores autores de otras generaciones no tardaron en reconocer en el PC al destacamento político que mejor los interpretaba, aunque no pertenecieran a sus filas. Así ocurrió con figuras ilustres como Angel Cruchaga Santa María, Augusto Dal mar, Alberto Romero, Pablo de Rockha. El PC atrajo incluso a poetas de procedencia burguesa y de sensibilidad europea como Vicente Huidobro. La militancia de escritores como volodia Teitelboim, Juvencio Valle, Luis Enrique Délano, Francisco Coloane, Gerardo Seguel, de músicos como Armando Carvajal, de grandes científicos como Alejandro Lipschutz, significó un foco de atracción del PC para otros artistas de las más variadas disci­plinas, estilos, sensibilidades. El ingreso a sus filas de Pa­blo Neruda en 1943 culminó un hecho indiscutible: alrededor del Partido Comunista de Chile reconocían bandera los creadores ar­tísticos que estaban interesados en las transformaciones funda­mentales dei país, en el destino de su pueblo, en su progreso y desarrollo.

Nunca hubo imposiciones de ningún orden de parte del PC a los creadores culturales. Bajo su alero florecieron cien o más flores. Hubo realistas y surrealistas, castos y eróticos, clásicos y vanguardistas, abstractos y figurativos. Sus dirigentes con sabiduría popular han entendido siempre que los caminos de la creación son tan múltiples como autores, músicos o pinto­res existen y que el llamado de "las voces misteriosas" no es contradictorio con una firme adhesión al pueblo, al socialismo y a un humanismo revolucionario, Y en sus grandes líneas los intelectuales y artistas que han militado o simpatizado con el PC de Chile han sido consecuentes -hasta el heroísmo a veces- a la razón de ser de un partido proletario.

Habría que hablar mucho sobre el estímulo decisivo de los comunistas a la nueva canción de Chile, fenómeno que sigue interesando al mundo y a la obra prodigiosa de Violeta Parra o de Víctor Jara. ¿Quién puede negar la influencia del PC en el teatro, las artes plásticas, el cine nacional? Bastaría comprobar este hecho para señalar el carácter profundamente nacional, po­pular, creador de un partido que la dictadura fascista señala como un engendro del infierno y como "foráneo". Los comunistas chilenos son -al final de cuentas- tan indestructibles y chilenos como la cordillera o la pampa del norte. Es inútil cual­quier guerra criminal para destruirlos. No serán jamás derrotados. Vencerán siempre.


Publicado en: PARTE NOTICIOSO N°931 - Martes 20.1.87

Departamento de Comunicaciones CHAF

Comité Chileno Antifascista

Berlín - República Democrática Alemana

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