jueves, 30 de junio de 2011

LAS TAREAS ACTUALES DEL PARTIDO DE RECABARREN



LUCHA ANTIFASCISTA



LAS TAREAS ACTUALES DEL PARTIDO DE RECABARREN

por Jorge Insunza



La resolución de nuestro Partido de asumir el nombre y el carácter de Partido Comunista, adoptada al iniciarse el año 1922, está ligada a la figura de Luis Emilio Recabarren, bien llamado padre del movimiento obrero chileno.


NO PODRIAMOS SER SEPARADOS DE RECABARREN


De la experiencia de sus luchas, iniciadas antes del fin del siglo XIX, Recabarren había concluido en la necesidad de un partido donde la clase obrera se expresara como fuerza central y dirigente. Ese partido fue iniciaimente el Partido Obrero Socialista. De su seno surgió nuestro Partido cuando la Revolución de Octubre conmovió a la humanidad entera. A diferencia de los partidos socialistas europeos y de algunos latinoamericanos, el Partido Obrero Socialista, no fue nunca ganado por el reformismo. Su conversión en Partido Comunista se produjo sin rupturas, como maduración de un proceso incubado en su experiencia colectiva y cristalizada por el impacto de la Revolución Rusa.

No pretendemos hacer hoy un repaso de nuestros orígenes. Nos importa, sin embargo, establecer claramente nuestra herencia que asumimos plenamente. Nuestro Partido es lo que es, también por su historia. No podriamos ser separados de Recabarren. Descubrir hoy día, 60 años después, que no seriamos la continuación que somos de la obra dura, penosa de los que bajo su enseña iniciaron la larga marcha del movimiento obrero chileno es un clamoroso contrasentido. Llamo la atención sobre una curiosidad, tan repetida que dejará un día de ser curiosa. Cuando en los años 30 el sectarismo y el doctrinarismo hicieron algunos estragos en el movimiento comunista, Recabarren fue "criticado" y se buscó minimizar su herencia en el ser de los comunistas chilenos. Usando los mismos párrafos y parecidas reflexiones vemos hoy un empeño semejante de los que se alzan contra toda "certeza fundante". ¿Qué pensar? ¿Qué decir? Simplemente que Recabarren figuró y figurará en la historia como el primer comunista chileno y que los comunistas seguiremos aprendiendo de su talento asumiéndolo criticamente, como una valiosa herencia.

Estimamos valioso que otras fuerzas políticas que están por los cambios aprecien su contribución histórica y se hagan cargo de su herencia. Eso puede ser un factor de unidad. Pero si con ello se entiende enfrentar a Recabarren y al Partido que fundó, habrá que concluir que un tal esfuerzo de valoración es sometido a la instrumentalización y el homenaje se transforma en ultraje.


EL FRACASO ACTUAL DE LOS EXPLOTADORES


1983 es un año de particular significación para los chilenos, será el año del 10°aniversario del golpe fascista, de las muertes de Salvador Allende, Pablo Neruda, Victor Jara, provocadas por el alzamiento. Será un año marcado por luchas de gran envergadura de las fuerzas democráticas chilenas. De esto no tenemos dudas. Deberá ser un año en que se renueve la solidaridad internacional con nuestro pueblo a propósito de esas conmemoraciones y esas luchas. Puede ser un año decisivo para el reencuentro nacional, para hacer prevalecer el derecho a vivir en la patria y alentar el retorno, el esfuerzo para concretar la recuperación de la democracia.

Para que todo ello alcance la significación que debe tener, nuestro trabajo y nuestra unidad son un factor decisivo. Ese es el sentido profundo de nuestra invitación de hoy a nuestros militantes y nuestros aliados.

Si miramos los hechos a la cara debemos reconocer que las fuerzas de Izquierda no jugamos en conjunto el rol que exige la madurez de las condiciones objetivas existentes para echar abajo la dictadura, ni el que corresponde a nuestra influencia real en el seno de nuestro pueblo.

Asistimos en Chile al fracaso inapelable de la pretensión de dar una solución capitalista a los problemas del país. El fracaso se extiende hoy a todo su modelo económico, social y político, a todo su proyecto de refundación oligárquica y proimperialista.

Es el fracaso de las clases sociales que han gobernado en Chile por decenios, cuya hora sonó hace ya tiempo, clases que en convivencia con el capital extranjero han conducido al actual estado de cosas y que deberán ser desplazados para siempre.


SOMOS PARTIDARIOS RESUELTOS DE LA UNIDAD


En estas semanas se han hecho evidente los signos de pudrición del régimen y sin embargo se sostiene. Hay una razón principal: No se yergue ante él una fuerza alternativa, que existiendo galvanizaría la voluntad de la inmensa mayoría para lanzarse a la tarea de ponerle fin.

Es sabido que nosotros comunistas somos resueltos partidarios de la más amplia unidad. Como acaba de reiterarlo nuestro Secretario General, "no excluimos a nadie de ninguna acción unitaria contra al fascismo, ni en la lucha de hoy para echarlo abajo ni en la tarea posterior de erradicarlo totalmente y de crear un nuevo régimen democrático" . (El País, 28 de enero de 1983).

Pensando así, no olvidamos ni por un momento que una unidad antifascista de tal amplitud sólo podría expresar todas sus capacidades creadoras, sólo podría asumir plenamente su rol democrático renovador, si las fuerzas de Izquierda, las que combaten en la perspectiva de llevar a cabo profundos cambios sociales con vistas a avanzar hacia el socialismo, se unen y elevan sistemáticamente la calidad de su unidad.

Emerge con fuerza la urgencia de restablecer la democracia. Pero la democracia que conciben personeros como el Sr. Carmine y el sr. Frías no es la misma que la que tenemos nosotros como ideal. Creo que eso es claro. Podemos valorar y valoramos que a la oposición que desarrollamos desde el primer momento los sectores más avanzados de la sociedad se haya sumado primero la del centro político, la Democracia Cristiana como fuerza principal, y ahora mas y más, la de Derecha. Reiteramos que estamos por unir a todos en el esfuerzo común contra el fascismo. Pero eso no nos oculta el que existen diferencias, que hay una lucha inevitable de puntos de vista, de posiciones e intereses en el seno de esa unidad y, sobre todo, en el contenido y profundidad del proceso democrático que se iniciará a la derrota del fascismo.

Cuando planteamos esta perspectiva tal como es, se nos formulan diversas preguntas.

¿Es legítimo que ustedes, comunistas, propongan la unidad de sectores con los que reconocen sus diferencias, incluso profundas? Si, lo consideramos plenamente legítimo. Hay diferencias, pero hay también unidad y unidad en lo que hoy es esencial. Hay el criterio común de eliminar la tortura, el crimen como razón de Estado, la represión institucionalizada, el despotismo que arrasa toda norma jurídica. Une el afán de poner fin a un modelo económico de concentración y centralización del capital, de sumisión a la oligarquía financiera interna y a la banca extranjera. Une la determinación de terminar, de contener la vorágine de endeudamiento y nuevo endeudamiento para pagar el endeudamiento, sistema donde el fetichismo del capital alcanza el nivel de la esquizofrenia, donde la destrucción del trabajo vivo aparece como la expresión sublime del éxito económico. Hay el criterio común de reconquistar la democracia y facilitar la participación del pueblo y eso es hoy lo principal. Más aun, para la mayoría puede y debe serlo permanentemente.

Se plantea otra pregunta: ¿Este modo de ver las cosas no conduce a los comunistas a concebir a los aliados, obligatoriamente, como circunstanciales, temporales, prescindibles? Si miramos nuestra experiencia histórica tendremos que reconocer que las cosas han sido más bien al revés y no sólo para los comunistas, también para socialistas y para otras fuerzas progresistas. Nosotros actuamos con lealtad y entrega en los gobiernos de Frente Popular. Hablando francamente, hasta cometimos errores y no pequeños, por lealtad mal entendida. Menciono nuestra aceptación de que no rigiesen para los campesinos las normas generales sobre organización de sindicatos, en que los latifundistas radicales de entonces impusieron su sello. Y al final de cuentas hubo la traición de González Videla, la ilegaiización de nuestro Partido, los campos de concentración, la tortura y muertes dolorosas. Fuimos nosotros los tratados como aliados prescindibles, quizás el prejuicio anticomunista sea recurrente y alguien pudiera razonar así: "Eso fue cuestión de correlación de fuerzas. Si los comunistas hubieran sido más fuertes hubiese sido al revés" No. Nuestra concepción de la unidad no es instrumental. A la unidad con la mayoría antifascista le atribuimos un carácter estratégico. Socialmente, vemos así la unidad de la clase obrera, los campesinos, las capas medias urbanas y otras del campo, e incluso sectores de la burguesía. Politicamente eso vale, en primer término, para la unidad de la Izquierda y para la unidad entre católicos y marxistas. Por lo tanto, esa es nuestra aspiración respecto de la Democracia Cristiana. Como es natural, nuestra concepción de la unidad se asienta en nuestra concepción del desarrollo histórico, tiende a la desaparición de las desigualdades sociales entre los hombres y por tanto a su unidad sobre la base de sus valores humanos y en su diversidad. El pluralismo es una adquisición asentada en nosotros, la inseparabilidad de socialismo y democracia también. Aspiramos a resolver las transformaciones sociales en democracia y en aras de su profundización, es decir, en la perspectiva del socialismo. La construcción de una democracia antifascista radical creará precisamente las mejores condiciones para ello. No nos ocultamos, sin embargo, que habrá lugar a luchas políticas entre los antifascistas y no fascistas, cuya acción común proponemos hoy. Pensamos directamente en la llamada derecha republicana y también en algunos sectores DC de un lado, y la Izquierda, del otro. Claro, las habrá. El valor común de poner la decisión de las controversias en manos del pueblo es la base legitima de la unidad de acción de hoy para terminar con el fascismo. Tal unidad de acción no supone ni exige el renunciamiento de nadie a sus propias convicciones, a su proyecto de país.

Precisamente porque pensamos así es que nos importa decisivamente la unidad de las fuerzas de Izquierda en el seno de una amplia unidad antifascista.


LOS DESAFIOS QUE ENFRENTA LA IZQUIERDA


Si la Izquierda es débil o está desunida, las perspectivas democráticas a la caída del fascismo se jibarizan.

Miremos las cosas como son. Un sector de la DC insiste explícitamente en la exclusión de los comunistas de un acuerdo y, en todo caso, del gobierno que suceda al fascismo. ¿Para que? ¿Para hacer un gobierno más democrático, con mas derechos para el pueblo, que vaya más a fondo en los cambios que nuestro país requiere? Tal argumento no se sostiene en pie. Las razones que se dan sottovoce (la actitud norteamericana, los pareceres del cuerpo de generales, el temor de algunos sectores burgueses) son, paradojalmente todos ciertos. Sólo que anuncian menos cambios sociales y por lo tanto menos democracia en aras de la conciliación con los responsables de la situación actual. Esa es la contradicción que hay que asumir.

En los últimos meses emerge una nueva variante de este modo de pensar. La catástrofe chilena es de tal envergadura que su corrección exige medidas muy radicales, sacrificios muy grandes. Siendo así las cosas, se diseña como perspectiva ideal la constitución de un gobierno intermedio, a mitad de camino entre el fascismo y la democracia, que maneje las dificultades actuales y estibe en algo la carga para que un sector democrático asuma después. Esto nos parece francamente irresponsable. No puede significar otra cosa que resolver la crisis con un costo que absorvería sobre todo el pueblo. Somos de opinión que la Izquierda unida debe plantear la obligación de hacerse cargo de la situación de inmediato, en unión de todas las fuerzas, y resolver democraticamente los graves problemas que el país enfrenta. Sólo así los intereses populares podrán ser cautelados y el pueblo podrá asumir los sacrificios legítimos que la situación imponga, a los que no teme si se hacen en aras de su futuro.

Esta es la única base posible de un pacto social y sobre tales bases nosotros podemos asumir responsabilidades.

Como se ve, los desafíos puestos ante la Izquierda son de gran envergadura. Su fuerza es la principal garantia de un proceso democrático profundo. Su división sólo lo limitaría.


UNA RENOVACIÓN VERDADERA


Para asumir plenamente esas responsabilidades se requiere un trabajo creador que considere nuestra experiencia, con sus méritos y defectos, que dé cuenta de los cambios profundos que han tenido lugar en la sociedad chilena en estos años, de los cambios que han tenido y tienen lugar en el mundo y en América Latina.

Nosotros nos empeñamos en el esfuerzo de renovación, que consideramos indispensable. Renovación y no renegación. Quizás porque somos un Partido de 61 ó 71 años, nos sea más fácil apreciar la necesidad de continuidad y desarrollo como momentos inseparables del proceso de madurez de todo movimiento revolucionario. Una derrota no niega las adquisiciones que va haciendo el movimiento obrero y popular en sus luchas, que son siempre procesos de aprendizaje y de afinamiento de la aplicación de una teoría revolucionaria, de desarrollo de ésta, de comprensión creciente de la realidad, en que se actúa, nacional e internacionalmente. Renovación, no renegación.

El marxismo revolucionario creador, el de Marx, Engels, Lenin, el que ha permitido la creación de sociedades socialistas realmente existentes, el que desarrollan los movimientos revolucionarios en curso, el que integra en su visión del mundo toda creación humana de avanzada, el que asume como principio los resultados más altos del análisis del desarrollo social, sigue y seguirá siendo la base insustituible de nuestro análisis y de la adopción de iniciativas. Nuestra capacidad de guiarnos por esa concepción del mundo seguirá progresando, puede ser que no de un modo lineal; pero, sí como una tendencia que prevalece.

Hay que partir del hecho que nosotros mismos no ponemos siempre de relieve, como corresponde, que los principios en el marxismo no son postulados apriorísticos, no son enunciados. Son resultados, conclusiones que sintetizan el largo y fatigoso proceso del conocimiento humano. Lenin subrayó esta realidad diciendo: "En Marx no hay ni rastro de utopismo, pues no inventa ni saca de su fantasía una nueva sociedad. No, Marx estudia como un proceso histórico natural cómo nace la nueva sociedad de la vieja".

Tal estudio no termina jamás, porque el desarrollo social continúa y pone cada vez nuevos problemas. Concebimos indispensable la persistencia de este proceso de conocimiento. Si se quiere de veras profundizar en él, en la acción consciente para la transformación revolucionaria eficaz, no caben retrocesos más atrás de los resultados alcanzados.

Se requiere avanzar en un conocimiento más rico y profundo. Esto presupone la apropiación e integración al marxismo de los nuevos aportes y del conjunto de la creación del pensamiento humano, ciertamente también de los que no parten de un punto de vista marxista.

El proceso de renovación asi concebido debiera profundizar la unidad de la Izquierda y de los antifascistas consecuentes en general.


UNA FALSA DIFERENCIACION


Desde hace unos meses, "El Mercurio", y en general los medios de comunicación de la dictadura, se esfuerzan por propagar como rasgo esencial de la vida de la Izquierda chilena la diferenciación entre "violentistas" y "demócratas" en su seno.

Estamos en 1983. En el momento en que la dictadura se debate en una crisis que no es sólo la más profunda que la haya sacudido sino sobre todo muy profunda y persistente. Crisis del modelo fundacional intentado, coherente y moderno como se subrayaba por algunos, no viendo siempre que coherente era porque no admitía consideración de otros intereses que no fuesen los de la fracción de clases dominante y moderno en los marcos capitalistas, es decir dirigido a la centralización y concentración bajo las férula del capital financiero. Incubaba, por tanto, tremendas contradicciones.

Estamos en 1983 y no en los años 60 y la diferenciación de la Izquierda según esa versión caricaturesca parecería reproducirse: vía violenta unos, vía pacífica otros. Sólo que los actores, al menos una mayoria de ellos, aparecen cambiados de lugar en la escena. Es como si hubiésemos atravesado por un punto focal. Todo sería de nuevo como antes pero invertido. En este tránsito pasamos por un punto de unión y no nos apercibimos de ello.

Pero, es claro que no se trata de eso. Estas interpretaciones que exponen nuestros adversarios, dejan, en evidencia, que nuestro debate y nuestra práctica como Izquierda adolecen todavía de grandes defectos y sobre todo no se inspiran suficientemente en la necesidad de la unidad.

Algunos compañeros de Izquierda piensan que la diferenciación que pretenden presentar nuestros comunes enemigos, encuentra base o pretexto en nuestra determinación de llevar adelante la rebelión popular de masas contra la dictadura, proclamación y decisión que, a su juicio, dificultaría la unicad democrática.

Como es sabido, nuestros planteamientos fueron hechos cuando Pinochet llevó a cabo la farsa constitucional en 1980, con la intención de institucionalizar el régimen y eternizarlo. Se garantizaban 17 años de poder personal y una exclusión indefinida, y en lo posible permanente, de las fuerzas democráticas. Se imponía un marco institucional que sólo puede ser superado si se lo rompe. No estamos actuando en ninguna democracia, ni siquiera restringida sino que enfrentados a una tiranía. Por eso mismo, el derecho de rebelión contra esa estructura injusta y excluyente era y es el único camino posible. Pinochet no se irá si no se le echa. Y, quien quiera que sea el que le dé el empujón final, si alguien del régimen se decide hacerlo, sólo se atreverá a ello si se lo dispone la rebeldía del pueblo, que éste deberá continuar expresando con todas las formas necesarias hasta la erradicación plena de las formas tiránicas, hasta la eliminación del fascismo.

En síntesis, si se atiende a los cambios que el fascismo ha impuesto en el país, al papel que asigna a las Fuerzas Armadas, al marco de hierro que pretende ser su institucionalidad, surgía nítidamente la conclusión, que cada vez es más compartida en los hechos por sectores crecientes del pueblo, de que no existe ningún camino de expresión de la voluntad popular que no implique rebelión y que no deba considerar la necesidad de disponer de medios y de asumir cuando sean necesarias, formas de lucha incluso armadas que puedan hacer frente y derrotar la violencia contrarrevolucionaria, el terror de Estado, inherente.

El actor central de este proceso sigue siendo el movimiento de las masas populares. Es cierto que concebimos posible y necesaria la acción de grupos de combatientes especialmente constituidos; pero, ellos actúan como comandos y como tales su propósito no es pretender decidir por si mismos el resultado de la lucha sino, en tanto comandos, facilitar la acción del ejército del pueblo, que no es una determinada fuerza armada, aunque ésta en un momento dado pueda y deba existir, sino las masas populares en acción.

En torno a estas concepciones se ha desarrollado un debate deforme, que altera su contenido real.

Un argumento es la identificación del derecho de rebelión con la lucha armada como culminación ya definida por el solo hecho de proclamarlo. La experiencia vivida por nuestro pueblo no autoriza a nadie que actúe responsablemente a intentar dictarle a la realidad un modo particular de desarrollo, a restringir el combate por la libertad a lo que se haga o pueda hacerse con una sola forma de lucha.

Precisamente el período de lucha de clases anterior, en que el movimiento popular chileno tuvo el mérito de poner en evidencia y desarrollar enseguida un proceso de acercamiento al socialismo por una vía pacifica o no armada haciendo pie en las instituciones democráticas entonces existentes,surge la conclusión clara de que lo que no hay que hacer es absolutizar una forma de lucha. Por lo tanto, esa identificación mecánica no refleja nuestra opinión.

De esa misma objeción surge otra: la contraposición entre los conceptos rebelión popular de masas y no violencia activa. Es una contraposición errónea y contradicha por los hechos. Sin desconocer la contribución de nadie, debemos decir que en la inmensa, mayoría de las acciones de no violencia activa que han tenido lugar en nuestra patria en estos años, los que sostenemos el derecho de rebelión explícitamente hemos sido promotores o participantes decisivos. Ahí están, para probarlo, las gestas de los familiares de los desaparecidos, la resistencia sindical, las acciones estudiantiles, las manifestaciones callejeras y en estos días la huelga ilegal de Colbún Machicura.

Si juzgamos por los hechos, hay que hacer otra constatación significativa. El ejercicio del derecho de rebelión en diversas formas se hace más y más general. Las consignas promovidas por los que lo han asumido conscientemente son recogidas incluso por sectores que formalmente lo rechazan. Eso ocurre, por ejemplo, con el llamado al no pago de las cuentas. Tomado primero por los pobladores para el agua y la luz, abarca hoy a vastos sectores medios que lo hacen suyo y se organizan para practicarlo masivamente con sus deudas a los bancos o al Estado.

Pero hay más.

¿Qué derecho ejerce el PDC cuando reúne a 500 dirigentes para mejor organizar la lucha democrática de su partido y lo hace públicamente, sino que el derecho de rebelión contra la pretención de la tiranía de prohibir los partidos políticos?

¿Qué carácter tenía, y seguirá teniendo, el movimiento de los agricultores que encabeza el señor Podlech que organizaron oposición, ahora ya con formas de violencia, contra las determinaciones de la dictadura de ejecutarlos por deudas? ¿Qué es ésto sino rebelión?

Una orientación política es justa cuando sintetiza y expresa el proceso que se va incubando objetivamente en la sociedad. Cuando, poniéndolo en evidencia, organiza su promoción. Sólo en esas condiciones tal orientación se hace de masas y por lo tanto significativa. La proclamación del derecho de rebelión no es un invento de laboratorio. Es una conclusión extraída de la realidad acerca de los modos posibles y necesarios para el desarrollo de las luchas en Chile.

¿Se impondrá en Chile una salida en que la rebelión de masas se exprese con medios esencialmente pacificas o, en canbio, será obligatoria la recurréncia a formas agudas de violencia? No lo sabemos y es difícil, sino imposible, predecirlo. Creo que entendemos que ello no depende sólo de nosotros sino sobre todo del comportamiento de los fascistas. Y precisamente por esto es que el movimiento popular y democrático tiene la obligación histórica de desarrollar sus capacidades para toda alternativa. Volvemos sobre el rol particular que las FFAA han jugado en el hacer de la tiranía. No se puede ignorar tal hecho decisivo. Ello obliga, nos obliga a todos, a definir una política militar que sea capaz de encarar y resolver este problema. Política militar como una parte integrante de una política general, parte de la que hoy menos que nunca se puede prescindir.

Nosotros no negamos a priori la posibilidad de una salida no violenta. En nuestra opinión, del mismo modo, ningún demócrata debiera objetar por principio la violencia. Todos los demócratas debiéramos concordar en el modo de poner fin y proscribir práctica y definitivamente la posibilidad de que se continué expresando la violencia reaccionaria, hoy y también mañana. Esto es parte integrante de nuestra concepción de rebelión popular. Al enfrentar asi los hechos recogemos la herencia de Recabarren, que proclamara: "La revolución seguirá impertérrita su marcha, tranquila si la libertad la ampara, violenta y terrible si se la pretende detener en el camino".

¿Podremos hacer que "la libertad la ampare"? Es una aspiración que no puede sernos ajena ni indiferente. Para concretarla es que promovemos sin desmayo la unidad más amplia y más sólida posible en torno a la clase obrera. Vemos en la construcción del consenso social mas vasto y consecuente la condición que reduce al mínimo la necesidad de la coerción para garantizar el progreso social.


NO OLVIDEMOS LA PRESENCIA DEL IMPERIALISMO


En la concreción de esta posibilidad, bien lo sabemos, juegan los factores internos como los de carácter internacional. Esto es válido en general y lo es en América Latina en particular. Aquí el afán intervencionista del imperialismo norteamericano recuerda a cada paso a quien quiera o tienda a olvidarlo que la lucha de clases se libra a nivel internacional, tiene una inevitable dimensión externa. Asi se comprueba dramáticamente en estos días en los tensos combates del pueblo salvadoreño, como en las agresiones de que es objeto Nicaragua. Las fuerzas reaccionarias internas no se atreverían a empeñarse en contener o volver atrás los procesos sociales si no contaran con el respaldo y apoyo material indigno y repudiable del gobierno norteamericano.

Este organiza en estos mismos días una nueva provocación dirigida contra el conjunto de los pueblos de Centroamerica y el Caribe y una vez más, ciertamente contra Cuba. Las maniobras conjuntas con Honduras se realizan prácticamente en la frontera de Nicaragua donde por la misma cuenta operan las bandas somocistas. El Pentágono expresa con cinismo que son una "advertencia" contra el "aventurerismo" de Cuba y Nicaragua. Pero el aventurerismo real y ya casi secular que hemos sufrido los pueblos latinoamericanos es el promovido por los monopolios norteamericanos y al que es necesario poner fin.

Los pueblos de Centroamérica requieren la persistente solidaridad ante las agresiones de que son objeto. Una atmósfera internacional sana en la región posibilitaría la máxima expansión democrática de los procesos revolucionarios en curso. Y la generación de esa atmósfera depende decisivamente de la contención de las actividades del imperialismo.

En toda América Latina vale lo propio. Las luchas de los pueblos del Cono Sur por la democracia conocen éxitos y también obstáculos.

Los chilenos hemos sido objeto de una solidaridad internacional de dimensiones especiales. Ellas ha contribuido sin duda a acercar el dia de la derrota de la dictadura. Podrá hacer también una contribución en el desarrollo futuro de la recuperación y renovación democráticas en que se empeñará nuestro pueblo a la caída del fascismo.



Publicado en: BOLETIN DEL EXTERIOR N°59

MAYO - JUNIO 1983 - Paginas 93 al 105

PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

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