jueves, 12 de abril de 2012

Una vida compartiendo la belleza




Compartimos esta interesante entrevista de El Siglo(edición 1604) con el querido y gran compañero Miguel Castillo Didier, quien recientemente fue condecorado con la Orden al Mérito Artístico y Cultural Pablo Neruda





El “viaje” de Castillo Didier

Pablo Orellana

Desde muy niño, Miguel Castillo Didier emprendió un intenso viaje. Levantó el ancla y emprendió su propia odisea: la atracción fascinante por la literatura y la música, la rebeldía contra la injusticia y la explotación del hombre. Su padre, Francisco Castillo, profesor de inglés y filosofía, un sindicalista católico de izquierda “parecido a Clotario Blest”, le inculcó la pasión por el estudio de los idiomas.

En su juventud, mientras estudiaba castellano, derecho y música, trabajó como secretario de Volodia Teitelboim y de Cipriano Pontigo. Como traductor de las obras de Kavafis y Kazantzakis, y de otros poetas griegos, ha recibido numerosos galardones, incluyendo la Orden del Fénix que le fue entregada por el gobierno de Grecia. Es el Director del Centro de Estudios Griegos, Bizantinos y Neohelénicos “Fotios Malleros”, miembro de número de la Academia Chilena de la Lengua y miembro correspondiente de la Real Academia Española, y un largo etcétera.

Entre tanta investidura no cabe espacio para la soberbia, constantemente revela su admiración a los “otros”, el amor a su compañera y la devoción por sus alumnos. Al enfrentarse a él, siempre habrá una mano de acogimiento: si queréis conocer a un hombre sencillo, preguntad por Miguel Castillo.

¿Cómo se gesta su amor por la lengua griega?

“Todo nació en el pedagógico. Tuve la suerte de estudiar castellano, en que el profesor de griego era Fotios Malleros. No era obligatorio, por lo tanto era un curso libre. Se estudiaba latín y después las lenguas romances. De inmediato pensé en estudiar griego para conocer la evolución de esta lengua. Me inscribí y duré los 4 años, el profesor era bien severo y de a poco se fue achicando el curso, pero tuvo el mérito de enseñar no solo el griego clásico, sino que por su cuenta empezó a ofrecer cursos sobre Bizancio, o sea la parte medieval del griego. Al comienzo no propició que los alumnos se encaminaran hacia el griego actual, él quería que fuéramos unos buenos filólogos clásicos, pero poco a poco lo fuimos sometiendo a preguntas y empezó a darse cuenta de que iba a haber alumnos que seguirían hacia adelante la cultura griega.”

“Poco a poco me fui metiendo con los poetas modernos, y me favoreció que aparecieron en Argentina las primeras traducciones de Nikos Kazantzakis, hechas del francés pero autorizadas por él, como la novela «Cristo de nuevo crucificado». Y otro griego, Jorge Razis, que trabajaba en Valparaíso, realizó por primera vez en Chile una conferencia sobre poetas griegos modernos. Fui, y supe por primera vez de Constantino Kavafis, y tres poemas de él que se habían traducido al español, “Ítaca”, “El dios abandona a Antonio” y “Súplica”. Entendí que esos poetas no podían tener solo esa obra, sino otros poemas y toda una cultural detrás de ellos. El mérito de Fotios Malleros, fue abrir a sus alumnos, no solo el amor por la Grecia clásica, su gran legado, sino que por estas otras etapas que también tuvieron sus valores más ignorados.”

El año 68, cuando se crea el Centro de Estudios Griegos, está en el decanato de la Facultad de Filosofía y Educación don Hernán Ramírez Necochea …

“Tengo una veneración por don Hernán Ramírez, un gran estudioso, un gran militante comunista, y no sé cómo se daba tiempo para todo, siendo decano de la “hermana pobre” de la universidad, como es nuestra facultad, él seguía trabajando, estudiando, escribiendo y, por supuesto, haciendo sus clases. Sus libros sobre el movimiento obrero son maravillosos. También tengo profunda admiración por otro gran compañero: Fernando Ortíz. Y soy testigo de cosas muy hermosas. Con lo difícil que era la vida clandestina, siempre mantuvo una profunda fe en que se terminaría la dictadura, me decía: “usted compañero verá el fin de esto, lo vamos a ver”. Una vez me dijo que quería escuchar órgano, y me pidió que le tocara. Fue con su compañera a la Iglesia Alemana, donde yo tocaba, y estuvo dos horas escuchándome. Después me pidió que le pasara la Odisea de Kazantzakis, que es un mamotreto inmenso, más de 33.000 versos, porque quería leerlo. La leyó, me la devolvió, y la comentamos. Todo esto en medio del horror. Era como la búsqueda de una tranquilidad espiritual, en medio de tanta muerte. Él siempre, con mucha dignidad, mantuvo la fe en que todo el horror se terminaría. Recuerdo que un día llegó a mi casa muy impactado y decaído: había caído la dirección del partido en Calle Conferencia. Yo, luego, salí al exilio a Venezuela, y en septiembre me enteré de su caída. Por estos recuerdos es que mantengo mi admiración a toda prueba por él.”

Tiene usted una relación muy íntima con el más cabal de los instrumentos musicales: el órgano. ¿Cómo se inició en la música?

“Es el rey de los instrumentos. Mi familia es de músicos, y en la casa de mi abuelita yo escuchaba tocar a mi tía, que era concertista en piano, estudiando a Chopin completo, mañanas enteras. No pude de niño entrar al conservatorio, y cuando lo logré hacer, el año 70, opté a órgano. Así es que combinaba todo, el conservatorio, el trabajo en el senado, y unas pocas horas de clases en la universidad. Hasta que un buen día no volví más. Después en Venezuela, seguí estudiando órgano, y hasta eso me ayudó a sobrevivir, el griego y el órgano. Yo realicé un catastro de los órganos de Caracas y de Venezuela, y se restauraran 6 órganos. Yo tengo un pequeño órgano de tubos en la casa, que lo gané traduciendo la “Odisea” y que lo financió la esposa de Kazantzakis, y que fue fabricado por un artesano de Alsacia. Eso es muy importante porque puedo estudiar en la casa.”

El oficio del intérprete está en la traducción y en la ejecución musical ¿Cuáles son las mayores dificultades de esto?

“Son dos cosas indispensables para que se conozca la obra de arte. Tanto en la traducción como en la música, se plantean varios problemas paralelos. Cada uno tiene un criterio, una medida, una apreciación que puede ser bastante distinta, lo mismo pasa con la poesía. A mí me preguntaban cuál sería el principio básico cuando se traduce, y yo decía que uno tiene que conocer las dos lenguas muy bien, pero sobre todo conocer la propia, tener una gran sensibilidad poética, un bagaje poético, de modo que con todo lo que el poeta quiso decir, y con los medios que quiso decirlo, tratar de hacer el paralelo más fiel posible. Cuando no se puede es cuando los medios de las lenguas son completamente distintos. Kavafis usó bastante el lenguaje coloquial, cuando él en un poema dice “cama”, dice la palabra equivalente a “cama”, porque uno se acuesta en una “cama”, nadie dice “estoy cansado, me voy al lecho”, sin embargo entendemos la palabra “lecho” como poética, como arcaica, pero no la usamos jamás. Lo mismo pasa en ese caso, hay dos palabras en griego, una que es un poco arcaica y de nivel poético tradicional que sería “lecho”, y la otra es como uno habla todos los días. “Caballo”, en el poema de “Los caballos de Aquiles”, yo, había puesto “Los corceles de Aquiles”, y después autocriticando me veo que él no usa la palabra equivalente a “corcel”, sino a “caballo”, porque nadie dice “fui al campo y monte en un corcel”. Finalmente quedó como debería ser, “Los caballos de Aquiles” y no los “corceles”. Y ese respeto sacrosanto por lo que quiso decir el poeta, lleva a no cambiar nada, porque se estaría falsificando, uno está al servicio de esa mente creadora. Así es que hay un paralelo y hay este examen de conciencia, y estas dudas y este escrúpulo, en ambas cosas, el de tocar y traducir.”

¿Qué impresión tiene al recibir la Orden al Mérito Pablo Neruda?

“Hay algo curioso, nuestro centrito es el más chico de la facultad y es el que más ha publicado, y la facultad es la más pobre de la universidad, por lo que el aporte es bastante grande en comparación a lo poquito que somos. El hecho de traducir y enseñar, que están muy juntos, es dar a conocer lo que yo lo resumo en esa frase de «compartir la belleza». Lo mismo pasa con la música, porque cuando uno toca quiere entregar esa cosa hermosa, y lo mismo pasa con la traducción. Compartir la belleza a través de la traducción, la música y a través de la enseñanza. Y agradecer, por lo que uno ha recibido.”

Ese viaje permanente en la vida y en la obra de Kavafis y de Kazantzakis, implica la búsqueda de un destino para la que no hay descanso, la utopía…

“La metáfora más clara de la vida es un viaje. Desde el nacimiento, donde se abre la conciencia, hasta la muerte. Y ese viaje, como dice el poema, está lleno de aventuras y conocimientos, penas y alegrías. Entonces, esta especie de invitación a la vida, de “himno a la vida” como dice Yourcenar por el poema Ítaca, es realmente así. Uno piensa es que ese camino, ese viaje, no va a terminar pero termina, es la realidad. Y que ese camino sea hermoso, con aventuras, con belleza, con conocimiento, pero que no sea para uno solo; y de eso es lo que se trata, de entregar a los demás, y mostrar su agradecimiento a la vida, y esa idea viene desde la Odisea de Homero.”

¿Cuál es el destino de su viaje?

“Es difícil decirlo, porque ya a estas alturas no hay mucho futuro, uno comienza a conformarse con tener fidelidad a ciertas cosas, como el socialismo, que sigo pensando que es el ideal más grande, y lo difícil de cambiar al ser humano, ese es sin duda el gran ideal. En una sociedad así es cuando se podría dar la poesía, la música, las oportunidades para todos, y que realmente las personas se sientan hermanos, y la fidelidad a ese ideal justifica la vida, porque uno siente que ha vivido por algo.”

¿Tiene esperanza en las nuevas generaciones? ¿Cree que los jóvenes llegarán a Ítaca?

“Con los jóvenes que conozco, sé que sí. Hay una cantidad muy grande de jóvenes con inquietudes, con amor al estudio y a la belleza, que no están conformes con esta sociedad, luchan contra la injusticia y por un mundo mejor. A pesar que uno no va a ver esas cosas, uno tiene que seguir construyendo lo que puede, y luchando en lo que se puede.”