martes, 25 de septiembre de 2012

ALBERTO RENCORET: ASESINO Y “HOMBRE DE DIOS”






El Círculo Virtual de Estudios Histórico-Políticos entrega la historia de un criminal que un Papa anticomunista y aliado de Hitler nombró como Arzobispo de Puerto Montt.
Es uno de los tantos capítulos de la Historia de  Chile que se oculta o se tergiversa.

Carlota Espina
Editora

 

ALBERTO RENCORET:   ASESINO  Y   “HOMBRE DE DIOS”


                                                                      
Iván Ljubetic Vargas

A los 19 años de edad, Alberto Rencoret Donoso era un funcionario menor de la policía de Investigaciones, fascista  y un fanático admirador del coronel Carlos Ibáñez del Campo. Éste, una vez transformado en dictador, en julio de 1927 nombró  a Rencoret  subprefecto de Valparaíso y, desde ese momento, éste dio rienda suelta a su anticomunismo. Desató la represión con  ferocidad. La fama de Rencoret no tardó  en extenderse por Valparaíso. En las calles aparecieron letreros en que lo trataban de “Cancerbero del dictador” y “rata de alcantarilla”.

DURANTE LA DICTADURA DE DÁVILA

Caído el régimen ibañista, durante el gobierno de Juan Esteban Montero y la breve República Socialista, el Servicio de Investigaciones experimentó un repliegue temporal. Sin embargo, regresó con mayor ímpetu anticomunista durante la dictadura de Carlos Dávila.

Fue precisamente en Valparaíso donde la izquierda reaccionó con mayor fuerza  contra este  régimen.  El 21 de junio del 1932 se estalló  una protesta callejera, donde Rencoret tomó parte activa en la represión. Quedaron muertos y heridos. Dávila lo condecoró y lo ratificó en su puesto.

UN JOVEN MAESTRO DESAPARECE

En agosto del 1932 llegó a Valparaíso el buque Chiloé proveniente desde Antofagasta con treinta prisioneros políticos. Uno de ellos era el profesor primario Manuel Anabalón Aedo, de 22 años, dirigente del magisterio y militante comunista.  Según las instrucciones oficiales, los prisioneros tenían que ser liberados al llegar a ese puerto. Manuel Anabalón debía ser llevado a Chillán hasta la casa de su madre, Rosa Aedo. Sin embargo, se perdió el rastro del maestro en los instantes en que, supuestamente, transitaba por los muelles. Dávila fue derrocado por un nuevo golpe de Estado y este caso quedó sin aclararse.

EL PERIODISTA MEZA BELL

Una vez iniciado el segundo gobierno de Arturo Alessandri Palma, a fines de 1932, la prensa de izquierda se lanzó en picada en contra del Prefecto de Investigaciones, Alberto Rencoret, acusándolo de la desaparición de Manuel Anabalón. La denuncia más contundente provino  de la revista Wikén, cuyo director es el periodista y militante de la Nueva Acción Pública, Luis Mesa Bell.

El 21 de diciembre del 1932, el cadáver de Mesa Bell fue encontrado en la calle Carrascal con Tucumán – zona semi rural en la periferia de la capital – boca abajo, hundido en el fango de un pequeño charco formado por una acequia sin corriente, con profundas heridas que le partían la frente y con uno de sus ojos fuera de órbita. La ropa completamente manchada de sangre.

ENCONTRADO EN EL FONDO DE LA BAHÍA

Dos días antes, el 19 de diciembre de 1932 , en uno de sus descensos a las aguas del puerto de Valparaíso, el buzo Federico Fredericksen dio con un bulto en las profundidades de la bahía. Se trataba de un cadáver envuelto en alambres y con dos piezas de hierro amarradas al abdomen. El cuerpo no tenía cabeza, manos ni pies y lo cubrían los restos de un abrigo, un traje, chaleco, camisa y calzoncillos. En la morgue, el cuerpo de Anabalón fue reconocido por la madre y lo que quedaba de la ropa por su sastre de Antofagasta.

La versión del crimen comenzó a ser coreada por cientos de voces anónimas en el puerto de Valparaíso y en el resto del país. Alberto Rencoret y los agentes Luis Encina y Clodomiro Gormaz eran los responsables del crimen.

BOIZARD  NO LOS PUDO SALVAR

El diputado conservador, Ricardo Boizard (Picotón) intentó demostrar la inocencia de los asesinos, publicando  en 1933 el folleto El Dramático Proceso de Anabalón. Pero el juez a cargo del caso, Luis Baquedano, no consideró los argumentos de Boizard y ordenó la detención de Rencoret y sus subalternos Clodomiro Gormaz y Luis Encina. 

De nada sirvieron las coartadas del detective.

El prefecto fue apresado por el capitán de carabineros Olegario Sánchez, mientras se dirigía en tren a Santiago para entrevistarse con el Presidente Alessandri.  En la Estación Yungay,  Rencoret  fue recibido con insultos, golpes, disparos al aire y escupos, por una muchedumbre dispuesta a lincharlo. Sin embargo, logró salvarse de la indignada multitud.

UNA VEZ MÁS,  LA “JUSTICIA” MILITAR

El 30 de diciembre cayeron los autores del crimen de Luis Mesa Bell, todos pertenecientes a la  policía  de Investigaciones. Declararon haber recibido órdenes de la plana mayor de la institución, entre las cuales figuraba el propio Rencoret.

Entre abril y octubre del 1933, Arturo Alessandri decretó Facultades Extraordinarias, entre cuyas disposiciones se encontraba la mordaza a la prensa. Esto permitió que Rencoret abandonara las portadas de los diarios y que la opinión pública no pudiera seguirle la pista. Dieciocho meses más tarde un juez militar concluyó que el cadáver encontrado no correspondía a Manuel Anabalón. De vuelta a la normalidad, un juez civil reabrió el caso y, tras una nueva autopsia del cadáver, determinó todo lo contrario: Los restos hallados en el fondo del mar eran del profesor comunista.

LA IGLESIA PROTEGE AL ASESINO

Rencoret fue citado nuevamente por la justicia, pero no se presentó. Se le condenó en rebeldía y la policía logró ubicarlo en el Seminario Mayor de Santiago. El director del recinto se negó a entregarlo: “Alberto Rencoret ha dejado la vida civil para abrazar el sacerdocio”, explicó con los ojos en blanco mirando al cielo.

Al conocerse esta noticia una ola de indignación se levantó en amplios sectores. Los sacerdotes eran encarados en las calles y en los tranvías. Los  acusaban  de ser colegas de un asesino. Pero nada de eso logró revertir la decisión de la jerarquía eclesiástica. El arzobispo Horacio Campillo informó con prepotencia a los tribunales que Rencoret no sería entregado por cuanto el seminario gozaba de inmunidad y que el asesino ahora contaba con fuero eclesiástico. El caso se archivó.

¿UN NUEVO SAN PABLO?

¿Se repetía la conversión de Saulo Pablo? Cuenta la Biblia que alrededor del año 33 Saulo Pablo, cruel perseguidor de los discípulos del Señor, yendo de camino y estando cerca de Damasco, de repente le rodeó una luz venida del cielo. Cayó en tierra y oyó una voz que le decía “Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues? Al levantarse del suelo, aunque tenía los ojos abiertos, no veía nada. Lo llevaron de la mano y lo hicieron entrar en Damasco. Pasó tres días sin ver, comer ni beber. Pero Rencoret, a diferencia de San Pablo, no se convirtió. Siguió siendo fascista. La voz que le habló no vino del cielo, sino de la terrenal jerarquía de la Iglesia chilena. Los curas lo llevaron de la mano, porque estaba ciego de pánico, no para hacerlo entrar a Damasco, sino al Seminario Mayor de Santiago.

UN ASESINO ARZOBISPO DE PUERTO MONTT

El día en que Alberto Rencoret fue ordenado sacerdote apareció en la puerta del seminario el siguiente rayado: “Rencoret Asesino”. Un cura lo borró para que el nuevo miembro de la hermandad no lo leyera.

El ex policía tuvo su primera destinación en El Tabo. Allí retornó al antiguo vicio del alcohol. Luego fue párroco en la comunidad de San Luis de Beltrán, en Barrancas, una de las comunas más pobres de Chile. Más tarde asumió como asesor espiritual de seminaristas. Ejerció como profesor de teología pastoral durante varios años hasta convertirse en rector del seminario.

El Papa Pío XII,  lo nombró Obispo de Puerto Montt el 21 de marzo de 1958 y más tarde, Arzobispo. Este Papa gobernó la Iglesia Católica durante veinte años, de 1939 a 1959. Firmo un Concordato con Hitler el  14 de julio de 1933. Fue anticomunista, antisemista y guardó silencio ante el holocausto llevado a cabo por su aliado nacista.

PINOCHET Y RENCORET

A inicios de la década del setenta, Rencoret renunció al arzobispado de Puerto Montt antes de cumplir la edad reglamentaria y se retiró a vivir al Puerto de Constitución. La razón que dio era que padecía de  arteriosclerosis, aunque a simple vista, su organismo demostraba todo lo contrario.

Tiempo después del golpe fascista del 11 de septiembre de 1973, el dictador Augusto Pinochet visitó Constitución, Alberto Rencoret lo recibió con solemnidad. “Es un ser providencial para Chile, el enviado de Dios”, declaró. Cuando el asesino de Anabalón Aedo cayó gravemente enfermo, Pinochet le envió un helicóptero para que la atención de salud sea más rápida. Rencoret murió el 25 de julio de 1978. A su  entierro asistió  un cuerpo de generales y el edecán de su nuevo amigo, el tirano Pinochet. Amistad basada en los crímenes contra el pueblo y en su comunión con Dios.

¡Pinochet y Rencoret  es mucho más que una simple rima!