miércoles, 2 de enero de 2013

El Congreso de Rancagua: Primer Congreso del Partido Comunista






A 90 AÑOS DEL CONGRESO DE RANCAGUA





El Congreso de Rancagua: Primer Congreso del Partido Comunista


A partir del 1° de enero de 1922, sesionó en Rancagua el IV y último Congreso del Partido Obrero Socialista, que es el I Congreso del Partido Comunista de Chile.

En este torneo se aprobó una Declaración de Principios cuyo texto es el siguiente:

"El Partido Comunista de Chile, reunido en Congreso en la ciudad de Rancagua el 1° de enero de 1922, después de ratificar su adhesión a la Internacional Comunista con sede en Moscú y considerando:

"Que la sociedad capitalista, por lo mismo que se divide en clases, cimenta su estructura jurídica, política y económica sobre la explotación del hombre por el hombre;
"Que en este proceso se ha llegado al grado de máximo desarrollo, razón por la cual la lucha de clases se hace más intensa;
"Que en virtud de este hecho, comprobado en todo el mundo sujeto a la dominación del capitalismo, las clases son cada vez más irreconciliables;
"Que los componentes de esas clases no sólo se manifiestan en defensa de sus intereses aisladamente, sino que, por el contrario, tienden a agruparse con directivas propias, constituyendo organismos con funciones definidas;
"A fin de que la clase trabajadora pueda encaminarse ventajosamente a la consecución de sus ideales, que propague la supresión de la explotación del hombre por el hombre, instaurando en su defecto una sociedad comunista, es indispensable organizar sus fuerzas, capacitándose para la implantación de su dictadura en el período de transición;
"Que para conseguir ese resultado se requiere la constitución de un organismo revolucionario de vanguardia, con propósitos claros, directivas precisas, que no puede ser otro que el Partido Comunista, por lo tanto resuelve:
"1. Constituirse en Sección Chilena de la Internacional Comunista, aceptando su tesis y luchando por el triunfo de su causa de la clase proletaria;
"2. Llamar al proletariado de todo el país, que forma el nervio de las distintas regiones: carbonífera, salitrera, minera, agrícola, industrial, etc., para que, en completo acuerdo, se incorpore a sus filas, y
"3. Desenvolverse paralelamente, en perfecta inteligencia, con la organización sindical revolucionaria, a fin de constituir un lazo indestructible en la lucha final contra el capitalismo".

Además, junto con ratificar todas las resoluciones tomadas en el Congreso de Valparaíso (1920), se adoptaron las siguientes medidas:
1.         Se fijó la ciudad de Viña del Mar como sede del Comité Ejecutivo Nacional;
2.         Se dispuso la publicación de un periódico que sería el órgano del Comité Ejecutivo Nacional, y
3.         Se designó un Comité Ejecutivo Nacional integrado por: Juan Espinoza, Carlos Flores,  Onofre González, Alfredo Guerrero, Isaías Iriarte, Manuel Leiva, Carlos Olivares, Benjamín Rojas y Ramón Sepúlveda Leal; éste último fue designado Secretario General.

El Congreso no se pronunció sobre la estructura orgánica ni sobre los Estatutos del Partido Comunista, lo cual significa que éste conservó los que tenía el Partido Obrero Socialista.

El Primer Congreso del Partido Comunista constituye uno de los acontecimientos de mayor trascendencia en la historia de Chile y tiene la máxima importancia en todo el desarrolo del movimiento obrero nacional.
En ese Congreso, la clase obrera dirigida por Luis Emilio Recabarren cerró un período de su larga, combativa y esforzada evolución; la madurez experimentada por los núcleos más conscientes permitió la fundación del Partido de vanguardia del proletariado y la iniciación de una nueva etapa en la historia de la lucha de clases en Chile. A partir de él, tuvo existencia la colectividad política revolucionaria del proletariado. Y ésta fue arraigando cada día más en el espíritu de los trabajadores y gravitando crecientemente en la vida nacional. El Partido Comunista nunca ha dejado de estar presente en los acontecimientos político-sociales ocurridos en el país a lo largo de las últimas seis décadas; y aun en las circunstancias más difíciles, cuando era asediado por la represión o herido interiormente, supo conservar su integridad, fue capaz de ejercer influencia, mantuvo las esperanzas revolucionarias de los sectores más conscientes del proletariado y fue el portador legítimo de los principios del marxismo-leninismo. Su permanencia constante en sesenta años de historia política y social de Chile es tan evidente y su carácter revolucionario tan indiscutible, que de manera invariable —desde 1922 hasta la fecha— las fuerzas más regresivas de nuestra sociedad lo han hecho blanco predilecto de toda suerte de agresiones, aun las más sutiles y solapadas; sobre él se han descargado torvas violencias y los más insidiosos ataques. Pero, a pesar de todo, el Partido Comunista ha sabido ser fiel a la fuerza social proletaria de la cual nació y que le ha dado permanente y vital alíento a través de toda su existencia.

Nació el Partido Comunista como una expresión de la firme voluntad de los sectores más avanzados de la clase obrera chilena por constituir su destacamento de vanguardia organizado, su núcleo encargado de llevar la lucha de clase del proletariado a sus más altos niveles de desarrollo.

Nació el Partido Comunista como la forma superior de organización del proletariado, como el producto más puro y altamente evolucionado de la clase obrera.

Nació el Partido Comunista del elemento que, junto con él campesinado, construye con su trabajo las bases de la existencia material del país; nació, en consecuencia, de la entraña misma de nuestro pueblo y sintetizando lo más vivo y más auténtico de nuestra nacionalidad.

Nació el Partido Comunista nutriéndose de las mejores tradiciones revolucionarias y de los más consecuentes afanes de progreso que siempre animaron a los sectores más avanzados de la sociedad chilena. Sin la gesta heroica de los proceres de la Independencia, sin el valiente empeño de Arcos, de Bilbao y demás componentes de la Sociedad de la Igualdad; sin la acción demoledora de tradicionales estructuras que cumplieron las progresistas huestes liberales; sin las luchas espontáneas e impregnadas de profundo espíritu de sacrificio que promovieron los trabajadores durante el siglo XIX; sin la obra de Martín Palma o de Ramón Picarte; sin la labor que llevó a cabo Fermín Vivaceta; sin los afanes renovadores de Balmaceda; sin la fundación del Partido Demócrata; sin los primeros socialistas como Luis Peña y Lara, Úrsula Bello, Gregorio Olivares o Luis Olea; sin las grandes huelgas de 1980; sin la Mancomunal Obrera y las sociedades de resistencia; sin la sangre de los miles de mártires obreros derramada cruelmente por las clases explotadoras en las feroces represiones que tuvieron lugar entre 1900 y 1921; sin la lucha antiimperialista sostenida durante años por elementos patriotas; sin todo eso, en fin, difícilmente se hubieran dado en Chile condiciones para que el Partido Comunista hubiera podido surgir.

Nació el Partido Comunista asimilando la ideología que específicamente corresponde al proletariado: el marxismo-leninismo. Nació, por consiguiente, llevando muy en alto la roja bandera del comunismo, emblema que sintetiza los ideales más nobles, las aspiraciones más puras, los sueños más sublimes de quienes han anhelado construir una humanidad mejor, una sociedad más perfecta, más humana, que libere definitivamente al hombre de la explotación, que suprima la necesidad, que extinga las angustias de la inseguridad, que rasgue todos los velos de la ignorancia y que instaure el reino de la felicidad.

Nació el Partido Comunista con la tarea de dirigir al proletariado y a los trabajadores en el cumplimiento de su más fundamental misión revolucionaria: liberar a los trabajadores todos y a la sociedad entera de la acción de las fuerzas explotadoras —nacionales y estranjeras— estableciendo, en cambio, el régimen socialista. El Partido nació, entonces, como la fuerza que lleva en sí el porvenir del socialismo en Chile, que asume la responsabilidad de mantener la pureza del movimiento socialista evitando y combatiendo la acción corruptora de agentes y servidores de las clases explotadoras, impulsando y orientando, en cambio, las luchas y la obra revolucionaria del proletariado.

Nació el Partido Comunista con plena conciencia de que un destino común une a todos los trabajadores del mundo y animado del más profundo sentimiento de solidaridad con las luchas que la clase obrera libra en todos los países.

Nació el Partido como la encarnación de los ideales más caros y como la obra predilecta de Luis Emilio Recabarren, el egregio y más macizo dirigente del movimiento obrero chileno.

Nació, en fin, el Partido Comunista en una circunstancia histórica nueva, determinada por el triunfo de la Revolución Rusa y por el desarrollo de la genial actividad revolucionaria de Lenin.

Por todo esto, el Partido Comunista de Chile, además de ser arma de lucha, bandera e instrumento forjados por nuestro pueblo para conquistar su definitiva liberación, llegó a ser uno de los elementos constitutivos del movimiento comunista internacional.

TOMADO DE:

Hernán Ramírez NECOCHEA

ORIGEN Y FORMACION DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHILE
Ensayo de historia política y social de Chile
EDITORIAL PROGRESO - MOSCU - 1984

CÁPITULO V :  FUNDACIÓN DEL PARTIDO COMUNISTA DE CHILE

2. El Congreso de Rancagua: Primer Congreso del Partido Comunista
Páginas 159 a 163.