lunes, 11 de febrero de 2013

CARLOS GODOY ECHEGOYEN
















Decir hoy, que la memoria nos constituye como sujetos, no es ninguna novedad, decir que a muchos la memoria inmediata de los malls y de la sociedad de consumo les ha consumido la consciencia, ni sentido tiene hablar de las verdades absolutas. Lo absoluto de la verdad es la verdad de los humildes, de aquellos que fueron capaces de entregar la vida por aquellos que ni siquiera conocían, que se atrevieron a enfrentar un enemigo superior en medios y fuerza, porque su sentido de justicia social estaba muy, pero muy por encima de aquello del egoísmo, el individualismo y la maldad.

Carlos, podría llamarse Juan, Andrés, María, Ester, Marilao, Raúl, y podríamos seguir escribiendo nombres porque CARLOS era todos ellos y ellos eran todos Carlitos, pero escribir esto no son palabras cliché hechas una frase hueca, sin caldo, ni enjundia. Carlos era un joven como los cientos que marchan y exigen al sistema aquello que es imposible que pueda cumplir, por ser esencialmente inhumano y porque jamás lograran acercarse mininamente a ese hijo, gran compañero, hermano, camarada, luchador y un guerrero como lo fue él. Si ustedes piensan que esto es una apología a Carlitos, no están equivocados, y al hacerlo, lo hago pensando en todos aquellos jóvenes que murieron o fueron torturados a manos de los agentes de un Estado Fascista en septiembre del 73, por soñar una sociedad diferente, una sociedad mejor, esos mismos asesinos en serie, violadores, sociópatas, que realizan el trabajo sucio del poder económico, fueron los mismos  que asesinaron a muchos Carlitos, a demasiados.

El significado de mi hermano es de origen germánico al que se le atribuye el ser un hombre fuerte, y un varón viril. Por lo tanto mi peñi, nuestros peñi, no podía, no podían hacerle el quite, ni finta ninguna a su destino y este, el destino, lo busco. El destino busco al joven que buscaba la acción, más, no cualquier acción, la que él buscaba era la del que se rebela ante el sádico opresor e invasor de su pueblo, ya que para él, la injusticia y la defensa de los más humildes no eran transables (se lo habían forjado desde su niñez, tanto su padre como su digna y valiente madre). No, Carlitos un joven de 23 años, era, ¡es!, uno más que como ese otro gran joven libertario llamado Leb-Traro al momento de partir se enfrentaron a su destino y al hacerlo se elevaron al grado de inmortales y vencieron la muerte del olvido.

Carlos es un hombre, es un gran hombre al cual no podemos olvidar, así nos quede un mínimo de consciencia, un mínimo de memoria, un mínimo de dignidad.

Sábado 23 / Feb. 2013 / 12:00 hrs. / MEMORIAL DD.HH / CEMENTERIO GENERAL


Lautaro Araneda