domingo, 17 de febrero de 2013

NUESTRA QUERIDA COMPAÑERA MIRIAM CAMPOS






DE LA VIDA DEL PARTIDO



NUESTRA QUERIDA COMPAÑERA MIRIAM CAMPOS



El 26 de abril se efectuaron en Moscú los funerales de Miriam Campos, miembro de la Comisión de Propaganda y Educación del Comité Central del Partido y responsable en esta comisión del Boletín Exterior.

Había nacido en Iquique el 25 de abril de 1945. A 1os 16 años se incorporó a las Juventudes Comunistas de esa ciudad, donde cursaba humanidades en el Liceo de Niñas y fue presidenta del Centro de Alumnas. En 1966 ingresó a la Universidad Técnica del Estado en Santiago y tuvo activa participación en el período de grandes movilizaciones estudiantiles por la reforma universitaria y por cambios revolucionarios en el país. Por su trabajo político, fue destacada al secretariado de la Dirección de Estudiantes Comunistas.

En 1968 se casó con Alejandro Yañez, presidente de la Federación de Estudiantes de la Universidad Técnica del Estado. Ese año se presentaron los primeros síntomas de una grave enfermedad, ante la cual resultaron impotentes los medios de que disponían los médicos en Chile. Viajó en 1970 a la Unión Soviética, donde recibió tratamientos que le permitieron contener el avance del mal posibilitandole nueve años más una vida normal, llena de intensa actividad. En 1974 pasó de las Juventudes Comunistas a las filas del Partido y desempeñó con dedicación y dinamismo diversas tareas de responsabilidad. En las tareas de los últimos años se le conoció con el nombre de Paula Vásquez.

Concurrieron a sus funerales todos los militantes del Partido y de las Juventudes Comunistas que residen en Moscú y que montaron guardia de honor en torno del ataúd. Formó parte de una de ellas el secretario general del Partido, compañero Luis Corvalán. Hicieron uso de la palabra los compañeros Ana López por el Coordinador de la Unión Soviética del Partido Comunista de Chile, Leonardo Yañez por la familia, José Miguel Varas por el Comité Central del Partido e Igor Ribalkin por el Partido Comunista de la Unión Soviética. Todos los asistentes a la ceremonia entonaron con gran emoción La Internacional para despedir a quien fue una militante ejemplar, dotada de inmensa voluntad y ánimo inquebrantable, que supo siempre sobreponerse a la adversidad y entregar lo mejor de sus energías y de su espíritu a la causa de la liberación del pueblo chileno.

El discurso del compañero Varas, en representación del Comité Central, fue el siguiente:

"Los comunistas somos una gran familla. Neruda ha dicho que el Partido nos hace sentir la fraternidad hacia

                     "el que no conozco
                       y sin embargo
                      es más hermano mío
                      que mi hermano".


Y es sobre todo en momentos difíciles, de aflicción, como éste en que sentimos más profundamente estos vínculos, esta hermandad esencial, de los que luchamos juntos para cambiar el mundo.

Yo conocí a la compañera Miriam Campos hace diez años, cuando llegó por primera vez a Moscú para atender su salud en este mismo hospital.
Venía gravemente enferma y ella conocía su mal. Los médicos en Chile la habían desahuciado, le daban uno o dos años más de vida.

Ella lo sabía.

Pero lo que impresionaba sobre todo, al conocerla, era su anhelo de vivir, su robusta alegría y su decisión de luchar a brazo partido por su vida.

En su pieza del hospital se escuchaban constantemente risas, se congregaban a conversar jóvenes y viejos, en el día de su cumpleaños atronaban las cumbias.

Y era ella, la más gravemente enferma de todos, la que estaba siempre levantándole el ánimo a los demás.

Una sola cosa la apesadumbraba a ratos y era el haber dejado, allá tan lejos, en Chile, a su compañero y a su hijo. Pero se conformaba en su absoluta seguridad de que pronto volvería a estar con ellos.

Así fue en efecto.

Pero su lucha con la enfermedad iba a continuar, sin más treguas parcíales, a lo largo de diez años.

¡Y qué temple formidable demostró esta joven mujer comunista en este combate! ¡Qué estoicismo para sobreponerse al dolor, a las secuelas penosas de los tratamientos químicos y radiológicos, al malestar constante durante días y días y días!

Y, sobre todo, qué maravillosa fortaleza moral, para no flaquear jámás, para no entregarse, para no abandonarse a estados de ánimo sombríos, que sin embargo en su caso, habrían sido tan lógicos y cxplicables.

Volvimos a encontrarnos con ella en 1974. en este tiempo amargo del fascismo y del exilio.

La encontramos más madura, más profunda.

Alegre, sin embargo, como siempre.

Y como siempre responsable hasta el extremo.

Los que han estado en estos años junto e ella conocen su increíble capacidad de trabajo, su preocupación meticulosa por la organización; la puntualidad, precisión y limpieza con que cumplía cada tarea.

El Boletín Rojo que ha cumplido en este tiempo un papel tan importante en la cohesión politica, orgánica e ideológica de nuestro Partido en el exilio, diseminado en 30 países del Mundo, ha sido en medida considerable, obra suya. Producto de su trabajo metódico. De su atención escrupulosa a las tareas de distribución.

Me tocó ser compañero de Miriam en la célula "Carlos Berger". Allí la vimos siempre seria y concentrada, exponiendo con franqueza sus opiniones, con la mente y el corazón puestos en Chile, en la lucha de nuestro pueblo. La vimos llegar a las reuniones de estudio siempre bien preparada, con su exposición por escrito.

Y hay que pensar -a veces lo olvidábamos- al precio de qué enorme dominio sobre sí misma, de qué estoicismo sin limites, cumplía cada una de las tareas del Partido. Y también cada una de las tareas del hogar, en esa doble jornada de la mujer que ella cumplía, como todo, con gran responsabilidad.

Y aun podía derrochar su gran ternura de esposa, compañera y madre y estar pronta a la risa y a la alegría.

Ha muerto muy joven, lejos de su tan querida tierra iquiqueña, después de una lucha de diez años contra la enfermedad terrible, manteniendo hasta el final el espíritu y la bandera en alto.

La despedimos con dolor pero también con la confianza en el futuro que supo siempre inspirarnos su ejemplo luminoso.

Nuestra gran familia comunista, se une más en la aflicción. Esta familla no se limita a los comunistas chilenos, sino que incluye también a todos los comunistas del mundo. Incluye a los queridos camaradas de la Unión Soviética, que a lo largo de todos estos años rodearon de sus cuidados, de sus desvelos y de su afecto a la querida compañera Miriam Campos.



Compañera Paula:  ¡presente!  ¡Ahora y siempre!"




Publicado en:

Boletín del Exterior Partido Comunista de Chile Nº35
mayo - junio 1979 - páginas 6 - 8